Cuadernos hispánicos (CXXVII): Pontevedra

Puente del Burgo (imagen: Turismo de Pontevedra)
Puente del Burgo (imagen: Turismo de Pontevedra)

Además de ser la capital de la provincia, Pontevedra lo es también de las Rías Baixas; y en la zona se la conoce también por el bonito nombre de «Boa Vila». A pesar de ser una ciudad muy manejable, porque su casco histórico se puede recorrer perfectamente caminando, tiene infinidad de rincones que descubrir. Como siempre, lo primero que hicimos al llegar fue buscar un sitio donde poder aparcar, para desde allí hacer nuestro recorrido paseando; lo encontramos junto al mercado de abastos, y como está justo al lado de uno de los puentes de la ciudad, es el sitio perfecto para hacer esa ruta.

La ruta de los puentes que cruzan el río Lérez es mucho mejor hacerla por la noche, ya que iluminan algunos de ellos, y además se pueden ver en cualquier época porque las luces se encienden durante todo el año; nosotros no pudimos porque estuvimos allí únicamente de día, pero sí os cuento cuáles son los puentes que incluye el recorrido, por si os apetece hacer la ruta aunque sea también de día. Aun así, pongo imágenes sacadas de la web de turismo de Pontevedra, para que podáis ver lo espectaculares que son los puentes cuando están iluminados.

Puente de los Tirantes (imagen: Turismo de Pontevedra)
Puente de los Tirantes (imagen: Turismo de Pontevedra)

Nosotros pasamos primero por el puente del Burgo, simplemente porque era el que nos pillaba más cerca del sitio donde habíamos dejado el coche, y como de todas formas si vas por el paseo fluvial acabarás pasando por todos, da un poco igual por cuál de ellos empieces. Sin embargo, este es quizá el puente más importante de la ruta, y es que es testigo directo del pasado romano de la ciudad: el nombre de Pontevedra viene precisamente por Ponte Veteri (puente viejo), referido a esta construcción que ha ido teniendo modificaciones posteriores. La última de ellas lo convirtió en peatonal, y además por el puente del Burgo pasa un tramo del Camino de Santiago, que precisamente por la noche está señalizado a través de estas luces.

Junto a él hay además un pequeño yacimiento arqueológico, en el que se hallaron entre otras cosas restos del propio puente, varios miliarios romanos, en uno de los cuales se hace referencia a que ya existía en el año 134, y algunos tramos de la muralla del siglo XVI.

Puente de las Corrientes (imagen: Turismo de Pontevedra)
Puente de las Corrientes (imagen: Turismo de Pontevedra)

Si dejamos este puente a nuestra izquierda y seguimos caminando por el paseo fluvial, el siguiente al que llegaremos será el puente de Santiago, que es uno de los que no se ilumina y que se construyó en los años 80 del siglo XX, básicamente para descongestionar el tráfico que durante un tiempo pasó por el del Burgo.

Un poco más adelante tenemos el puente de los Tirantes, que contrasta de manera drástica con el del Burgo porque es de lo más moderno, con una torre de hormigón de más de 60 metros de altura, y los 17 pares de tirantes que, además de darle su nombre, son los encargados de sostener la estructura de hormigón que se construyó a mediados de los años 90. Y por último, siguiendo el paseo fluvial llegaremos a un puente que en realidad es una pasarela solo para peatones; se trata de la pasarela da Illa do Cobo, que desde la avenida de Buenos Aires nos acabará llevando a la isla de las Esculturas, un parque en el que se exponen esculturas de varios artistas.

Parador de turismo
Parador de turismo

Si después de visitar la isla queremos ver el resto de puentes, deberemos volver sobre nuestros pasos y dirigirnos de nuevo hacia el paseo fluvial. Desde allí, dejaremos esta vez el río a nuestra derecha para llegar en primer lugar al puente de los Tirantes, al de Santiago y al del Burgo; insisto, este es el recorrido que hicimos nosotros, pero si os apetece empezar por el último puente para no tener que retroceder después, es cuestión de que cada uno se organice como mejor le parezca. A continuación del puente del Burgo, el que nos encontramos es el puente de las Corrientes, el más nuevo de la ciudad, ya que fue construido en 2012. Además de ser el más moderno es también muy funcional, ya que tiene varias plataformas para que puedan circular por él tanto peatones como ciclistas o incluso conductores; y además han incluido en él otras dos pasarelas, una a cada lado del puente, que permiten pasar por debajo de él. Y por último está el puente de la Barca, que es el que comunica Pontevedra con la cercana localidad de Poio.

Dejando a nuestra espalda el paseo fluvial podemos dirigirnos hacia el casco histórico, que además de por sus edificios y monumentos, se caracteriza sobre todo por la gran cantidad de plazas que tiene. La primera que nos encontramos después del recorrido por los puentes fue la plaza do Peirao, de pequeño tamaño y con una fuente del siglo XVIII. Está muy cerca del parador de turismo, ubicado en un antiguo palacete renacentista del siglo XVI que en su día fue la residencia de los Condes de Maceda. Y casi al lado se encuentra el santuario de las Apariciones, un importante centro de peregrinación mariana durante el siglo XX.

Portada de Santa María la Mayor
Portada de Santa María la Mayor

También cerca del parador, desviándonos tan solo unos pocos metros, podemos ir hasta la basílica de Santa María la Mayor, situada en un pequeño promontorio en el que también se puede observar un tramo muy pequeño de la antigua muralla. La basílica es de estilo gótico tardío y fue construida por el gremio de mareantes durante la primera mitad del siglo XVI; su portada es muy curiosa porque imita a un retablo, aunque el que destaca en su interior, el retablo de verdad, es el mayor. En los alrededores de la basílica hay unos cuantos rincones muy curiosos, como la plaza de las Cinco calles, en la que vivió Valle-Inclán (de hecho hay una placa que nos lo recuerda); el Campillo de Santa María con varias casas del siglo XVI con soportales; o las calles de alrededor, en las que podemos encontrar tanto muros como casas, todas de origen medieval aunque algunas de ellas fueran rehabilitadas en el XVI.

Si seguimos avanzando hacia el centro nos acabaremos encontrando en primer lugar con el palacete de las Mendoza, construido en el siglo XIX y que en la actualidad se mantiene tal cual se proyectó; y con la oficina de turismo, así que si no hemos tenido ocasión de hacer una parada allí antes, podemos aprovechar para hacerla ahora y así continuar con nuestro recorrido de manera un poco más organizada, si es que sois de los que preferís descubrir las ciudades mapa en mano. Aunque también os digo que callejear sin rumbo por Pontevedra es una auténtica maravilla; e incluso si preferís que os lo den todo hecho y os lleven de paseo por la ciudad, podéis reservar una visita guiada.

Ruinas del monasterio de Santo Domingo
Ruinas del monasterio de Santo Domingo

Muy cerca de la oficina de turismo tenemos otro de los antiguos palacetes de la ciudad, la casa das Campás, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, datado en el siglo XV y que en la actualidad alberga uno de los edificios de la Universidad de Vigo; también se encuentran por aquella zona la capilla de Jesús Nazareno y el edificio que alberga tanto el Liceo Casino como el Teatro Principal, en cuyo solar estuvo hasta el siglo XIX la iglesia de San Bartolomé, hoy desaparecida; o la plaza de Curros Enríquez, que en su día albergó el hospital de San Juan de Dios, derribado en el mismo siglo; y por último uno de los monumentos que recomiendo no perderse: las ruinas del monasterio de Santo Domingo, que es uno de los seis edificios que forman parte del Museo Provincial de Pontevedra.

Estas ruinas son el único vestigio que se conserva del antiguo convento de los Dominicos, que se construyó entre los siglos XIV y XV en este mismo lugar; actualmente, se exhiben aquí algunos sepulcros, restos arquitectónicos de otros edificios, y algunos escudos heráldicos tanto de la ciudad como de toda la provincia.

Iglesia de San Francisco
Iglesia de San Francisco

El monasterio se puede visitar tanto por libre como con visita guiada, aunque para esta última hay que concertar la cita con el propio museo o con la oficina de turismo, ya que en este caso es solo para grupos. El sitio en el que se encuentran las ruinas del monasterio es además muy bonito, y en él podemos aprovechar para hacer una parada o simplemente pasear por allí: el parque de la Alameda, que son los terrenos que antaño ocupaba la huerta del monasterio, y en los que hoy día se encuentran entre otros el edificio de la Diputación Provincial, varios jardines, el monumento a los héroes de Pontesampayo (una de las batallas que tuvo lugar durante la invasión napoleónica) y el monumento a Valle Inclán o también el dedicado a los muchos marineros vinculados a Pontevedra, y por supuesto allí estaremos rodeados de muchos árboles y de prácticamente todo tipo de flores. Es muy agradable el paseo por la zona, y también estaremos en uno de los rincones de la ciudad que se ubican casi a la orilla del río.

Desde allí podemos dirigirnos hacia el casco histórico hasta llegar a la plaza de la Herrería, que en realidad son como tres plazas en una, ya que en un mismo punto confluyen también la plaza de la Estrella y la plaza de Orense. La plaza de la Herrería tiene su origen entre los siglos XIV y XV, cuando la ciudad comenzó a crecer más allá de la muralla, y lleva este nombre porque en la zona se situaba el gremio de herreros; en uno de sus extremos se encuentran los jardines de Casto Sampedro, personaje famoso por su interés en la conservación del patrimonio pontevedrés. Junto a los jardines podemos ver la iglesia de San Francisco, que data del siglo XIV y en el momento de su construcción se encontraba precisamente a las afueras de la muralla.

Plaza del Teucro
Plaza del Teucro

Cerca de la iglesia de San Francisco tenemos por un lado la plaza del Teucro, que es una de las más señoriales de la ciudad y aún conserva algunas casas nobles de los siglos XVII y XVIII; la plaza de Méndez Núñez, que recibe su nombre por un héroe de guerra y además tiene una escultura dedicada a Valle-Inclán; y otras plazas que recuerdan a la actividad que se desarrollaba en ellas: son la plaza de la Pedreira, donde estaban los canteros y que conserva uno de los pazos de la ciudad; la plaza de la Leña y la plaza de la Verdura; en esta última se celebraron mercados de todo tipo durante la historia, y en ella se encuentra una de las cuatro fuentes de hierro decimonónicas que hay en la ciudad.

También muy cerca está la plaza de la Peregrina, que además le da el nombre a la iglesia de la Peregrina que se encuentra en la propia plaza; la Virgen Peregrina es además la patrona de la ciudad, y su templo fue construido a finales del siglo XVIII en estilo neoclásico. Lo más destacado es quizá su planta, en forma de vieira. En esta misma plaza se encuentra también la escultura del loro Ravachol, que se colocó en el sitio en el que estaba la botica de Perfecto Feijoo, que tenía en su farmacia un loro que avisaba cuando alguien entraba en el establecimiento, y no dejaba que nadie se fuera sin pagar; Ravachol se hizo tan famoso que cuando murió, en 1913, su entierro fue multitudinario y desde entonces, en Carnaval, toda la ciudad hace una recreación de aquel momento.

Iglesia de la Peregrina
Iglesia de la Peregrina

Algo más alejado del centro (por aquí podríamos pasar por ejemplo en algún momento de la ruta de los puentes, ya que pilla bastante cerca, en el tramo entre el puente de Santiago y el de los Tirantes) está la iglesia de Santa Clara, que al parecer se fundó a finales del siglo XIII y fue ampliándose hasta que, en el XIX, el convento al que pertenecía fue saqueado durante la Guerra de la Independencia. En la actualidad, lo que queda del edificio se ha rehabilitado como espacio para diversas actividades culturales.

Por último, antes de volver sobre nuestros pasos hacia el sitio donde habíamos dejado el coche, hicimos un par de paradas más; una de ellas fue en la iglesia de San Bartolomé, que en sus inicios fue iglesia de los jesuitas y es uno de los pocos ejemplos gallegos inspirados en el barroco italiano; y la otra en el museo de Pontevedra, que además de albergar el museo de la ciudad conserva también el claustro y la escalera del antiguo colegio de los jesuitas. Y con esto terminamos nuestro paseo por la ciudad, a la que seguramente tendremos que volver porque la verdad es que, además de ser una ciudad que me encantó, me quedé con las ganas de ver los puentes iluminados por la noche.

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